Madonna
Despues de las campanadas con las que empieza "Girl Gone Wild", el primer tema del setlist de veintidós canciones del MDNA Tour, un imponente muro de led dividido en un tríptico de luz del tamaño de un edificio de seis pisos se enciende y nos recuerda una premisa fundamental de los shows de Madonna: esto no es un concierto de pop, es un musical de proporciones gigantescas.
"Madonna quería comenzar el show en una iglesia... en tamaño real", apunta Melissa Weigel, directora multimedia del estudio canadiense Moment Factory, con base en Montreal, a cargo de la realización del imposible universo visual del MDNA Tour, que arrancó en mayo en Tel Aviv y terminará con las fechas del 13 y 15 de este mes en River, el 19 en Santiago de Chile y el 22 en el estadio Mario Kempes de Córdoba. "Ella siempre quiere ver distintos enfoques de una misma idea, así que le propusimos variantes de iglesias góticas y clásicas. Nos tomó un mes y medio recrear una catedral hiperrealista de cero", explica Weigel. Una iglesia con vitrales y santos y cruces y puertas que de tan real casi se puede tocar, hasta que la ilusión estalla en mil pedazos.
Pero los efectos no se limitan a las pantallas detrás de la diva. El escenario principal está compuesto de 36 cubos motorizados de led que suben y bajan creando la sensación de un espacio en constante evolución. La mayoría de las imágenes que se ven en las pantallas se tomaron en Nueva York y Montreal, aunque para "I'm a Sinner", por ejemplo, viajaron a India y filmaron todo un trayecto desde la parte trasera de un tren. El resultado es un viaje psicodélico que sumerge a la audiencia en paisajes de fantasía, al tiempo que el piso cobra vida y unos cubos de led se elevan hasta formar tres trenes, con Madonna cantando en el medio mientras sus bailarines saltan de un vagón a otro. "El trabajo de coordinación fue muy complejo: las decisiones debían ser tomadas por todas las partes involucradas y si los coreógrafos o los iluminadores decían que no funcionaba la posición de uno de esos cubos, entonces no podía hacerse."
Al comando de un grupo encargado de producir el "wow factor" del show está Johanna Marsal, una porteña de 27 años que trabaja desde hace cinco en Moment Factory. Marsal y su equipo pasaron un mes con Madonna y su crew en Long Island, ensayando hasta el delirio para que los visuales de las canciones se acoplaran con cada uno de los vestuarios, las coreografías y el diseño de luces.
"Fue un ida y vuelta con ella y el director de la gira para definir cuál sería la emoción principal y el contexto de cada uno de los cuatro actos del show, yendo desde la oscuridad hacia la luz", explica. Y dice que "Celebration", la última canción del show, es el momento más espectacular. "No se puede describir más allá de que es pura locura 3D al detalle."
"Madonna quería comenzar el show en una iglesia... en tamaño real", apunta Melissa Weigel, directora multimedia del estudio canadiense Moment Factory, con base en Montreal, a cargo de la realización del imposible universo visual del MDNA Tour, que arrancó en mayo en Tel Aviv y terminará con las fechas del 13 y 15 de este mes en River, el 19 en Santiago de Chile y el 22 en el estadio Mario Kempes de Córdoba. "Ella siempre quiere ver distintos enfoques de una misma idea, así que le propusimos variantes de iglesias góticas y clásicas. Nos tomó un mes y medio recrear una catedral hiperrealista de cero", explica Weigel. Una iglesia con vitrales y santos y cruces y puertas que de tan real casi se puede tocar, hasta que la ilusión estalla en mil pedazos.
Pero los efectos no se limitan a las pantallas detrás de la diva. El escenario principal está compuesto de 36 cubos motorizados de led que suben y bajan creando la sensación de un espacio en constante evolución. La mayoría de las imágenes que se ven en las pantallas se tomaron en Nueva York y Montreal, aunque para "I'm a Sinner", por ejemplo, viajaron a India y filmaron todo un trayecto desde la parte trasera de un tren. El resultado es un viaje psicodélico que sumerge a la audiencia en paisajes de fantasía, al tiempo que el piso cobra vida y unos cubos de led se elevan hasta formar tres trenes, con Madonna cantando en el medio mientras sus bailarines saltan de un vagón a otro. "El trabajo de coordinación fue muy complejo: las decisiones debían ser tomadas por todas las partes involucradas y si los coreógrafos o los iluminadores decían que no funcionaba la posición de uno de esos cubos, entonces no podía hacerse."
Al comando de un grupo encargado de producir el "wow factor" del show está Johanna Marsal, una porteña de 27 años que trabaja desde hace cinco en Moment Factory. Marsal y su equipo pasaron un mes con Madonna y su crew en Long Island, ensayando hasta el delirio para que los visuales de las canciones se acoplaran con cada uno de los vestuarios, las coreografías y el diseño de luces.
"Fue un ida y vuelta con ella y el director de la gira para definir cuál sería la emoción principal y el contexto de cada uno de los cuatro actos del show, yendo desde la oscuridad hacia la luz", explica. Y dice que "Celebration", la última canción del show, es el momento más espectacular. "No se puede describir más allá de que es pura locura 3D al detalle."
Gracia Por La Nota A M.D.N.A World Tour 2012
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